lunes, 9 de mayo de 2011

Un estímulo a la orbe


Mi casa ha renacido, ayer era parisina, hoy británica, mi casa ya no es mi casa.
Ardo entre las montañas de nuestro límite.
Disimulo mi torpeza y hablo de autores que nunca he leído, mi alma se encuentra vacilante, no sabe que responder.
Perfección de mi desnudo, senos cohibidos, cuerpo ruborizado por las miradas que lo ensalzan.
Y yo al descubierto muestro que no hay miedos, que nos creamos nuestro mundo de tabúes, quitémonos la ropa y armemos una exhibición de cuerpos en calma, de sexo sin prohibición, de sexualidad perfecta, opuesta, extraordinaria.
Por que nuestro mundo es un pedazo de hierba sin cortar, ayudemos a desahogar las cuerdas que nos presionan el cuello, como si a estas alturas por ser liberales fuéramos especie en extinción.

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